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viernes, diciembre 16, 2011

La Pipa de Rebuffat

XVII SEMANA DE MONTAÑA DE VILLAVICIOSA


CARLOS SORIA




Foto: PEPE GARCÍA





La exposición de Carlos Soria, ayer en Villaviciosa, sustentada en la sencillez que adorna a los sabios, resultó lúcida, esclarecedora y emocionante.

Cuando la suerte se alía con el conocimiento y nos permite acodarnos con uno de estos sujetos tocados por los dioses, cuando su nave atraca en nuestro puerto, deberíamos brincar un pericote a su salud… y a la nuestra.

En un schottisch correctamente ejecutado se ha de girar en el espacio de superficie de un ladrillo o baldosa y mirando siempre al frente…con la otra mano, metida en el bolsillo del chaleco y con los dos pies juntos, el bailarín gira en redondo sobre las plantas de sus pies de gato. Cuando la vía lo exige, el chulapo da tres pasos hacia atrás, otros tres hacia delante y reinicia la escalada. Se puede aprender a bailar el chotis en las Vistillas, a la vera del Palacio Real, en la Pradera de San Isidro, durante las fiestas del santo patrón de Madrid…y, como no, en la Pedriza. Carlos entrena el chotis todos los días a la sombra del Yelmo, cuando no esta marcándose un sietemil virgen, o un ochomil de esos.

Los alpinistas que distinguen siempre entre el miedo y el sexto sentido deben poseer un séptimo don, un séptimo dan, o ambas cosas. Eso debe ser el sentido común. El que le ha permitido al maestro superar indemne más de cuarenta expediciones a los Himalayas.

Escribió Miguel de Unamuno: No cabe decir en qué tal cima es distinta de la otra, como no cabe expresar en qué se diferencia el gusto de un manjar del de otro manjar cualquiera. Unamuno lo redactó y Carlos lo practica. Es más, definía en su diccionario María Moliner al amor con esta acepción: Deleite o gusto con que se ejecuta una obra”. Así sube Carlos a las montañas. En su rostro apergaminado por mil soles deben ver sus nietos la felicidad, no saben la suerte que tienen. Enseñar nuestra pasión es darnos enteros, es abrir nuestro corazón y vernos a nosotros mismos unos años atrás, sufriendo en una cuesta; radiantes de felicidad, tras superar aquel difícil pasaje o henchidos de orgullo al alcanzar la cumbre añorada. Lo demás, no es cosa nuestra. Jornada a jornada desgranamos la arena de nuestro reloj, pero hay individuos que poseen más cuerda que los demás.

Hay una generación de alpinistas irrepetible: Rabadá, Navarro, Landa, Udaondo…la de Carlos Soria. No hay más que hablar.

-¿Conociste a Rebuffat?- Le preguntó Pepe García a Carlos ayer en una sobremesa inolvidable.

-Sí, lo conocí en un refugio y aluciné, no paraba de echar cagamentos en gabacho, menudo cabreo que tenía, se le había roto la pipa y estaba intentando arreglarla con un trozo de esparadrapo…

No va más señores.

......................................................... Alfredo Íñiguez 2011